En primer lugar hemos de entender que no hay camino seguro al conocimiento de la
voluntad divina cuando nuestra consulta admite dudas. La respuesta puede variar según
multitud de factores y circunstancias. Nos gustaría que Dios nos enviase un ángel que
nos indicara la decisión a tomar. O, al menos, que nos fueran dadas una tablillas al estilo
del antiguo urim y tumim del sacerdote israelita en las que aparecía el oráculo de Dios.
La consulta sobre la voluntad del Señor en una cuestión determinada no es hoy en día
algo que pueda resolverse mediante un talismán, sino por medio de una percepción
espiritual y una sensibilidad debidamente desarrolladas. A modo de guía, sugerimos las
siguientes pautas:
1. Renuncia a todo prejuicio y a todo intento de justificar lo que a nosotros nos
gustaría que fuese la voluntad divina. De lo contrario, cualquier respuesta que no se
ajuste a nuestro deseo fácilmente será rechazada con razonamientos fruto del
autoengaño. Hemos de ir a Dios con mente y oídos abiertos a su voz, sea cual sea su
respuesta.
2. Oración sincera «para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de
gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él; que él
alumbre los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis cuál es la esperanza de la
vocación a que él os ha llamado» (Ef. 1:17-18), «que seáis llenos del conocimiento de su
voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Así podréis andar como es digno del
Señor, agradándole en todo» (Col. 1:9-10).
3. Consideración del tema a la luz de la Biblia. En algunos casos la enseñanza de
la Escritura es suficientemente clara y nos indica si debemos o no tomar la decisión que
nos planteamos. En otros, puede suceder que no hallemos un texto suficientemente claro
para decidir la resolución que debemos tomar. Sin embargo, la enseñanza global de la
Escritura y el espíritu de la misma siempre contienen luz que nos ayuda a tomar nuestras
decisiones. Esa luz será tanto más clara y útil cuanto más ampliamente conozcamos la
globalidad de las Escrituras. No podemos fiarnos demasiado de lo que nos dice un solo
versículo. Es poco fiable la práctica de abrir al azar la Biblia después de haber orado
pidiendo a Dios que nos dé como mensaje suyo el primer versículo que aparezca a
nuestros ojos. La experiencia de Agustín de Hipona no debe tomarse como ejemplo a
seguir. Él mismo, en sus Confesiones, da testimonio de lo que aconteció. Cuando se
debatía en una gran crisis moral, torturado por su conciencia de pecado, oyó una voz
misteriosa que decía: «Toma y lee». En aquel momento no tenía a mano en su estancia
más libro que un ejemplar del Nuevo Testamento. Lo tomó y lo abrió al azar. Sus ojos se
fijaron en el texto de Ro. 13:12-14, que fue determinante de su conversión.
Pero no siempre ese modo de buscar la voluntad de Dios tiene efectos tan positivos.
La experiencia de Agustín debería contrastarse con la de aquel creyente que, torturado
por un problema, trató de encontrar la voluntad de Dios abriendo -como Agustín- al azar
el Nuevo Testamento. El texto sobre el cual se fijaron sus ojos fue el referido al suicidio
de Judas (Mt. 27:5). Pensando que algo no había funcionado bien, aquel hombre piadoso
repitió la prueba. Esta vez le salió el texto «Ve y haz tú lo mismo» (Lc. 10:37).
Insatisfecho, y desechando esta respuesta por inapropiada, probó una vez más. El texto
que leyó en el tercer intento fue: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto» (Jn. 13:27).
La experiencia ha mostrado que en la mayoría de los casos el texto salido al azar nos
dirá muy poco o nada que pueda considerarse una respuesta fiable.
En cualquier caso es importante asegurarnos de que no distorsionamos la orientación
bíblica con una interpretación de su mensaje sesgada por nuestras ideas preconcebidas.
DIOS LES BENDIGA........
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